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Home Artigos LUIZ CARLOS PRESTES: EL COMBATE POR UN PARTIDO REVOLUCIONÁRIO (1958-1990) - Prólogo de A. Boron


"Luiz Carlos Prestes entrou vivo
no Panteon da História.  
Os séculos cantarão a 'canção de gesta'
dos mil e quinhentos homens da
Coluna Prestes e sua marcha de quase
três anos através do Brasil.
Um Carlos Prestes nos é sagrado.
Ele pertence a toda a humanidade.
Quem o atinge, atinge-a."

(Romain Roland, 1936)


LUIZ CARLOS PRESTES: EL COMBATE POR UN PARTIDO REVOLUCIONÁRIO (1958-1990) - Prólogo de A. Boron
Escrito por Anita Prestes   

Prólogo a la edición argentina

Es para mí un honor, además de una gran responsabilidad, prologar este extraordinario libro de Anita Prestes que narra, con meticuloso respeto por la verdad histórica y con la pasión revolucionaria que le transmitiera su padre, un fragmento de la historia de un personaje gigantesco y, a la vez, de los más entrañables que haya producido Nuestra América en el siglo xx: el líder comunista brasileño Luiz Carlos Prestes.

No toda la historia, claro está, porque el excepcional protagonismo de este personaje arranca fulgurosamente en 1924, con la “Revolución de los Tenientes” que culminaría en la larga marcha de la Columna Prestes, misma que durante dos años y tres meses (entre finales de octubre de ese año e inicios de febrero de 1927) recorrería unos 25.000 kilómetros en permanente confrontación con las fuerzas armadas que respondían al gobierno oligárquico del Brasil y que terminaría su heroica trayectoria invicta pero, desgraciadamente, sin cosechar el triunfo político esperado. En 1927 Prestes se exilia en Bolivia y al año siguiente, ya en Argentina, a partir de abril de 1928 toma contacto con dirigentes de los Partidos Comunistas de varios países sudamericanos, entre ellos los de Argentina, Uruguay y de su propio país. En 1931 arriba a la Unión Soviética y a partir de ese momento abrazaría al comunismo por el resto de su vida.

Un fragmento, decíamos, porque este libro cuenta la historia de Prestes a partir de 1958, momento en que, estando en Brasil, abandona la clandestinidad. Comprende, por lo tanto, un período de poco más de treinta años, hasta su muerte, acaecida en 1990. Período particularmente importante en la vida brasileña porque abarca la experiencia del “desarrollismo” de Juscelino Kubitschek, el ascenso y la rápida caída de Jânio Quadros, la sucesión de João “Jango” Goulart (quien pereciera a manos de los sicarios del Plan Cóndor en la Argentina, en 1976), la dictadura brasileña que se extiende entre 1964 y 1985 y los años iniciales del período democrático que arranca precisamente en esta última fecha. Gracias a un muy minucioso trabajo de exégesis e interpretaciónde preciosas fuentes documentales, que permiten reconstruir el día a día de la actividad del Partido Comunista Brasileño (pcb), su autora nos pinta un fresco deslumbrante de todo ese período, caracterizando los principales personajes con los cuales hubo de batirse, en una serie interminable de duelos políticos, el “Caballero de la Esperanza”, como fuera conocido Prestes después de su larga marcha.

En estas breves palabras introductorias quiero, aparte de recomendar muy enfáticamente la lectura de este apasionante libro, llamar la atención sobre la permanencia de algunas batallas que tuvo que librar Prestes, sobre su importancia en aquel momento y la actualidad que aquellas conservan aún en estos días. En relación con la situación actual de su país dice con toda razón la autora, en las páginas finales de este libro, que “el Brasil de hoy, por la situación de su pueblo, poco difiere de aquel en que Prestes vivió y luchó. Sus ideales continúan vigentes. Cada vez es más evidente que el socialismo será la única solución para los males del Brasil y de América Latina. Cuba socialista lo comprueba”. Las batallas que libró Prestes todavía no han concluido.

Una de esas fue, sin duda, la concerniente a la caracterización del desarrollo capitalista en Brasil y, por extensión, en toda América Latina. En su libro, Anita Prestes destaca la importancia del debate sobre ese tema en el seno del pcby, como es sabido, de todos los Partidos Comunistas de la región. La postura ortodoxa señalaba el carácter semifeudal, señorial o precapitalista de la formación social brasileña de donde se desprendía, por lo tanto, la necesidad de transitar las etapas requeridas para la plena maduración del capitalismo y, de ese modo, precipitar las contradicciones propias de este modo de producción y avanzar, recién entonces, hacia la construcción de una sociedad socialista, decididamente poscapitalista. La Revolución Cubana hizo saltar por el aire este esquema esclerotizado que respondía a una interpretación libresca del marxismo y no a su verdadera esencia teórica. En su tiempo la epopeya de los cubanos fue siempre mirada de reojo y con sospecha por los “representantes oficiales” del marxismo en la región. Tiempo después, variable según los diferentes partidos, se produjo la inevitable superación de ese estéril dogmatismo. En todo caso, y retomando el hilo de nuestra argumentación, en aquel ilusorio tránsito del feudalismo al capitalismo la alianza con la burguesía brasileña jugaba un papel crucial: era la clase hegemónica detrás de la cual debían encolumnarse las huestes populares para que, con su empuje, aquella “cumpla las tareas” que supuestamente le corresponden y abra las puertas hacia la construcción de una nueva sociedad. Tal como lo plantea Anita Prestes, esta visión etapista de la revolución brasileña, establecida como la fuerza de un dogma desde Moscú, ignoraba olímpicamente las enseñanzas que sobre el tema diera a conocer José Carlos Mariátegui y, por supuesto, las lecciones de la historia latinoamericana. En palabras de unos de los sostenedores de esta tesis, “cuando los burgueses brasileños enfrentan al capitalismo internacional, lo hacen en defensa de sus propias ganancias, pero mientras la lucha sea contra nuestro enemigo común, nosotros, comunistas, no tenemos duda en aliarnos a la burguesía nacional” (Carone citado en pp. XX en este mismo libro). No había tal lucha sino, en el mejor de los casos, una negociación, enconada sólo por excepción, para fijar el estatuto de la subordinación de los burgueses nacionales a los mandatos de la burguesía imperial. En línea con lo anterior, las “Tesis para discusión”, preparadas por la dirección del pcben 1960 con vistas al v Congreso del Partido se insistía en caracterizar a la revolución brasileña como “antiimperialista y antifeudal, nacional y democrática”, para lo cual debía formarse un frente único para llegar al gobierno y desde allí ensayar un programa nacionalista y democrático que, por supuesto, jamás pudo concretarse.

El resultado de esta errónea caracterización sobre el desarrollo capitalista del Brasil en el terreno práctico no podía ser otro que la capitulación ante la burguesía y la postergación sine diede las expectativas de una revolución socialista. Ya lo había advertido un distinguido miembro del pcb, Caio Prado Jr., que en sucesivos artículos y libros había cuestionado severamente las tesis de la ortodoxia comunista aunque, como bien lo observa la autora, sin hacer un planteamiento que de alguna manera ofreciera algunas pistas sobre el instrumento político que podría llevar a la práctica el proyecto socialista sugerido por Prado Jr.

El diagnóstico de base, al cual se aferraron por largo tiempo no sólo los Partidos Comunistas sino también otros movimientos populares en América Latina –como el aprismo peruano, el Partido Revolucionario Institucional (pri) mexicano en su época de oro, no la actual, y el peronismo en la Argentina, en todas sus variantes sin excepción hasta el día de hoy– era insanablemente equivocado: las burguesías latinoamericanas nunca fueron “nacionales”. Desde su nacimiento asomaron a la vida económica y social de nuestros países como apéndices del neocolonialismo inglés primero y, ya más desarrolladas y fortalecidas económicamente, del imperialismo norteamericano después, desde la crisis de 1930 y sobre todo a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Es por eso que el Che siempre recordaba que las nuestras no eran burguesías nacionales sino simplemente “autóctonas”, “las de aquí”, nada más que eso, porque sus intereses estaban estrechamente entrelazados y subordinados a los del gran capital imperialista. Ligados sea por la vía de una asociación, por supuesto desigual y dependiente, o por una clara y rotunda supeditación.

Otra cuestión tratada in extenso en el libro es la del reformismo y la hegemonía. Tal como lo demuestra la autora, el debate sobre el carácter del capitalismo brasileño no permanecería encerrado en losmuros de una disputa teórica, pues estaba preñado de consecuencias políticas, y este sería el segundo tema que quisiera destacar en estas breves palabras. Porque al adoptar la línea “etapista” pregonada desde Moscú se entronizaron en el pcby, en general, en la gran mayoría de los Partidos Comunistas de América Latina y el Caribe, las tendencias reformistas contra las cuales hubo de luchar Luiz Carlos Prestes durante unos veinte años y que concluyeron con su ruptura con el Partido convencido, como dice la autora de este libro, “de que se había vuelto inviable transformar al pcben un partido revolucionario”.

Antes, a comienzos de la década del sesenta, una escisión por izquierda con tintes maoístas del pcbdio origen al Partido Comunista do Brasil (pcdob), pero, curiosamente, mantuvo el mismo diagnóstico equivocado sobre el carácter del capitalismo brasileño. Lo que diferenciaba a ambas expresiones partidarias eran cuestiones tácticas relativas a la política de alianzas pero que, invariablemente, terminaban abdicando de la necesidad de construir –como lo acotara Ariel Bignami, citado por Anita Prestes– un auténtico bloque histórico alternativo, anticapitalista dotado de un proyecto y con un “cemento ideológico” que le permitiera convertirse en arma eficaz de intervención en el conflicto social y en las luchas políticas. Bajo esas condiciones lo que había era un partido de izquierda a remolque de la hegemonía burguesa aunque, en el caso del pcdob, dotado de una retórica radical pero privada de mayores consecuencias. De hecho, si nos remontamos a la actualidad se comprobará que ese partido ha apoyado –en algunos casos con singular entusiasmo– las políticas de modernización capitalista con (algo de) inclusión social promovidas por el Partido de los Trabajadores (pt) desde el ascenso de Lula a la presidencia el 1 de enero de 2003. Como señala correctamente nuestra autora, esta concepción de una política de alianzas con sectores presuntamente “progresistas” de la burguesía sin un adecuado trabajo ideológico de masas y sin una profunda educación política, estaba destinada a terminar en una rotunda derrota, cualesquiera que fuesen las organizaciones de izquierda que adoptasen esa táctica.

La idea de una alianza de clases basada tan sólo en la convergencia temporal y oportunista de intereses materiales es lo que explica, en buena parte, el notorio empobrecimiento de la teoría gramsciana tal cual se la interpretara por el movimiento comunista internacional de esos años. En efecto, para el fundador del Partido Comunista Italiano (pci) los intereses materiales son el contenido del bloque histórico contrahegemónico que se debe construir; las ideas, las ideologías y las utopías emancipatorias son su forma. Pero, advierte, esta distinción es “puramente didáctica, ya que las fuerzas materiales no serían históricamente concebibles sin forma, y las ideologías serían fantasías individuales sin las fuerzas materiales” (Gramsci citado en pp. XX en este mismo libro). Como observa la autora, la subestimación del papel crucial de la “batalla de ideas” y del trabajo ideológico entre los cuadros y la militancia desembocó en el “desarme ideológico y político de los comunistas ante el bloque históricodominante, y la inevitable capitulación frente al reformismo burgués” (Prestes citado en pp. XX en este mismo libro).

Decíamos anteriormente que esa situación está lejos de haber sido saldada en la actualidad, en donde aparece una variante crudamente economicista de esa concepción de la alianza de clases: en este caso, la convergencia de intereses entre la burguesía y los sectores populares es facilitada por las políticas de promoción social y recomposición –que no redistribución– de ingresos que impulsaron la expansión del consumo en Argentina y Brasil. En estos dos países un proyecto de modernización del capitalismo fue realizado bajo la dirección de dos fuerzas políticas de profunda raigambre popular: el peronismo, en su versión kirchnerista, y el pten Brasil. En ambos casos se pensó –erróneamente, cosa que ahora es irrefutable– que el boomdel consumo popular sería capaz de construir una hegemonía de signo antineoliberal, ya que otra de matriz anticapitalista no figuraba en la agenda de ninguno de esos dos partidos. Pero aquellas esperanzas contrariaban los análisis del marxismo, que enseñan que la expansión del consumo de los sectores populares en ausencia de un profundo trabajo ideológico de masas si algo crearía en el terreno de la conciencia popular y sus orientaciones políticas sería el “consumismo”. Una conciencia antiimperialista, socialista o comunista obviamente no brota del aumento del consumo. La evidencia de las últimas elecciones presidenciales en el Brasil y las que se avecinan en la Argentina demuestran claramente el insanable equívoco de tales concepciones. La construcción de la hegemonía ideológica-políticaimprescindible para construir un bloque histórico anticapitalista no se resuelve en el plano del consumo sino en la laboriosa educación y concientización de las masas, cosas que ni el PCB ni el pcdob, y mucho menos el pthicieron en Brasil, y que tampoco llevaron a cabo las distintas vertientes del peronismo en la Argentina. El libro de nuestra autora nos permite entender mejor los porqués de tal frustración.

La política de los comunistas frente a la dictadura es otro de los temas que es exhaustivamente analizado en este libro. Allí se percibe con toda claridad el lastre que significó para la izquierda en general, y no sólo para el pcb, actuar bajo el liderazgo de las distintas fracciones de la burguesía a las que no les preocupaba en absoluto el retroceso en materia económica y social experimentado por la gran mayoría del pueblo brasileño, el pisoteo de la legalidad democrática o las flagrantes y brutales violaciones a los derechos humanos. Por eso la crítica de Prestes fue durísima a estas desmovilizadoras tentativas de conciliación de clases o acuerdo con los sectores más “dialoguistas” de la dictadura. Esta fue cerrilmente anticomunista desde el principio hasta el fin, como lo fue asimismo su contraparte argentina, sólo que en el caso del Brasil su ferocidad represiva fue mucho más selectiva y, por consiguiente, las víctimas de la misma, que se miden en centenares, no se compara con los treinta mil detenidos-desaparecidos de la Argentina y los centenares de miles de exiliados. Obviamente, este orden de magnitud diferente se explica también por la naturaleza de la confrontación con las que tuvieron que vérselas ambas dictaduras. Mientras que en el caso del Brasil la opción por la lucha armada que surge con la escisión comunista de Carlos Marighella fue sumamente débil y rápidamente aplastada por la dictadura, en la Argentina aquella había adquirido una entidad y una gravitación, por la acción del Ejército Revolucionario del Pueblo (erp) y Montoneros, sólo superada en el marco latinoamericano por la que supieron adquirir, y mantener hasta el día de hoy, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (farc). Claro está que ya en el tercer gobierno del general Juan D. Perón, iniciado en 1973, y en el de su sucesora, Isabel Martínez de Perón, el accionar conjunto de las fuerzas armadas unido a las actividades criminales del grupo paramilitar Alianza Anticomunista Argentina (aaa) había aniquilado gran parte de las guerrillas, quedando en manos de la dictadura cívico-militar instalada el 24 de marzo de 1976 el exterminio de los focos guerrilleros residuales y las operaciones finales de “limpieza”, escarmiento y pillaje, todo lo cual fue realizado con una espeluznante atrocidad. Retornando al caso brasileño hay que decir que la tesis de la “guerrilla urbana” promovida por Marighella después de la derrota y posterior asesinato de la guerrilla del Che en Bolivia no podía haber sido más desacertada, y así lo señaló en su momento Prestes. Más allá de la conmoción causada por el secuestro del embajador de los Estados Unidos Charles Burke Elbrick, en septiembre de 1969, y el canje de prisioneros que permitió la liberación de 16 presos políticos a cambio de la vida del diplomático norteamericano, la guerrilla jamás logró arraigarse en los sectores populares del Brasil. Pocas semanas después, su líder e inspirador fue muerto en un enfrentamiento con la policía política en San Pablo.

Otro tema: el clásico debate en torno a las condiciones objetivas y subjetivas de la revolución, a los que aludiera la intervención de Luiz C. Prestes en el marco de la “Conferencia sobre la Deuda Externa” organizada por el gobierno de Fidel Castro en La Habana, en agosto de 1985. En esa ocasión Prestes afirmó que “la revolución no se puede realizar cuando se quiere. Ella sólo podrá estallar y ser victoriosa cuando existan las condiciones objetivas y subjetivas indispensables. Y todo indica que en nuestro continente, crecen cada vez más las condiciones objetivas, pero las subjetivas aún se retardan. Estamos lejos también de la indispensable organización y unidad de la mayoría abrumadora de la clase obrera, nos faltan aún partidos revolucionarios efectivamente ligados a las grandes masas trabajadoras y populares” (pp. XX en este mismo libro). Diagnóstico que, lamentablemente, treinta años después nos atrevemos a decir que es tanto o más válido que cuando fuera originalmente expresado por el revolucionario brasileño. Hoy las condiciones objetivas se han tornado cada vez más favorables para la construcción de una alternativa poscapitalista habida cuenta de la creciente polarización económica, la desorbitada concentración de la riqueza, la exclusión social, la intensificación de la explotación capitalista apelando a nuevas y refinadas formas de extracción de plusvalía y la virulenta agresión al medio ambiente. Pero, si la dialéctica del capitalismo acentuó sus contradicciones y, con ello, la maduración de las condiciones objetivas para la revolución, el reverso de la medalla fue el fenomenal desarrollo de la industria cultural cuyo objetivo excluyente es adecuar el estado de conciencia de las masas a las necesidades de las clases dominantes imperiales. Gramsci, cuya presencia sobrevuela todo el libro de Anita Prestes, en Cuadernos de la Cárcelhabla del fordismo como un esfuerzo de la burguesía estadounidense para, siguiendo una observación de Frederick Taylor, lograr reducir al trabajador a la condición de un “gorila amaestrado” y cuya inserción en el proceso productivo sea despojada de cualquier “participación activa de la inteligencia, de la fantasía” y “reducir las operaciones productivas al solo aspecto físico maquinal”. En distintos pasajes de sus CuadernosGramsci extiende esta concepción más allá del reino de la fábrica para sugerir que un proceso semejante también opera en el terreno de lo que denominaba “las superestructuras complejas” y en donde el papel de las ideologías es precisamente el de neutralizar “inteligencias y fantasías” y facilitar la incondicional aceptación de un orden social insanablemente injusto. Este proceso se ha visto favorecido por el formidable desarrollo tecnológico de los medios de comunicación de masas que, extraordinariamente concentrados en un puñado de megacorporaciones, se han convertido en una gigantesca máquina de manipular y mentir con el propósito de impedir el desarrollo de “inteligencias y fantasías”, del pensamiento crítico, de la esperanza y la utopía y de ese modo inducir la conformidad social de las masas. Es por ello que este retraso en las condiciones subjetivas, certeramente planteado por Prestes, no es casual ni se limita a tal o cual país o región sino que es parte de la nueva morfología del capitalismo contemporáneo.

Es a causa de lo anterior que la preocupación obsesiva de Prestes fue la creación de un partido revolucionario en el Brasil, superando desviaciones de todo tipo, ora ultraizquierdistas, ora capitulacionistas, como el auge que la quimera eurocomunista supo tener en el Brasil y en toda América Latina durante los años ochenta. Su amarga comprobación al iniciarse el gobierno de José Sarney, que supuestamente daba comienzo la aún inconclusa transición democrática en el Brasil, sigue teniendo vigencia en estos días. Y decimos “transición inconclusa” porque un componente crucial de la democracia: la subordinación de las fuerzas armadas a las autoridades civiles electas por el pueblo, brilla por su ausencia, como se comprobó recientemente con el veto sufrido por la presidenta Dilma Rousseff cuando intentó iniciar un proceso para enjuiciar a los militares involucrados en el terrorismo de Estado. Decía Prestes en ese momento que “en el Brasil de hoy no existe más ningún partido político de izquierda, ya que los dos Partidos Comunistas apoyan abiertamente al gobierno reaccionario del Sr. Sarney, que va tratando de descargar todas las dificultades de la crisis en las espaldas de los trabajadores”. Afirmación dolorosa, pero verdadera y que poco se ha modificado en los últimos años cuando uno de esos dos partidos, el pcdob, desdibuja su proyecto socialista al convertirse en incondicional aliado estratégico del pt, y el viejo partido de Prestes, el pcb, parece todavía preso de una herencia teórica que le impide, a mi entender, caracterizar adecuadamente el momento actual del Brasil. Su postura ante la segunda vuelta de las recientes elecciones presidenciales en ese país, en donde equiparó la posible victoria de Aécio Neves con la de Dilma Rousseff, es claro síntoma de una preocupante dificultad para distinguir los distintos proyectos de la burguesía y las posibilidades de acción que se abren para los comunistas sacando partido de las contradicciones y tensiones existentes en los entresijos de cada uno de ellos.

Decepcionado, Prestes muere poco después de producida la caída del Muro de Berlín. No llegó a ver la desintegración de la Unión Soviética que le había brindado refugio y protección, lo que seguramente le habría producido un inmenso dolor. Tampoco asistió al inicio de la contraofensiva popular que en América Latina se desataría a partir de la victoria de Hugo Chávez en las elecciones presidenciales venezolanas de 1998 y que modificaría, en un sentido que sin duda le habría satisfecho, el mapa sociopolítico de Nuestra América. El “Caballero de la Esperanza” seguramente habría sentido que su larga lucha no fue en vano, que las semillas que sembró a lo largo de su extraordinaria vida cayeron en tierra fértil. Que las palabras que a diferencia de otros él jamás abandonó: libertad, democracia, explotación, imperialismo, revolución, socialismo, comunismo y tantas otras regresaron con fuerza en el discurso público latinoamericano después de haber sido condenadas al ostracismo por décadas. Y esto en gran medida ha sido posible gracias a su noble intransigencia, a su ejemplar empecinamiento propio del hombre que sabe y de un dirigente revolucionario consciente de su misión y que en su “Carta a los Comunistas” de marzo de1980 lega para la posteridad un documento de enorme valor para enfrentar los grandes desafíos de la revolución en Nuestra América. Instalado en una lacerante encrucijada personal y política, en ese momento Prestes prefirió dejar al Partido para seguir siendo comunista, encendiendo con su ejemplo un faro orientador para las siguientes generaciones que más pronto que tarde completarían su tarea y concluirían su heroica larga marcha, en Brasil y en toda Nuestra América. Poco después de su partida una pesada conspiración de silencio procuró en Brasil borrar todo rastro que su estelar paso por este mundo dejaba como un precioso tesoro político. Fracasaron en su intento y hoy, cuando tanto lo necesitamos, Luiz Carlos Prestes vuelve a cabalgar por América Latina difundiendo su mensaje y convocándonos a librar nuevas batallas para construir la sociedad comunista que la humanidad necesita para ponerse a salvo de la segura autodestrucción que ocasionará la continuidad del capitalismo. Este libro de Anita Prestes ofrece una espléndida guía para reiniciar ese recorrido de la mano de su padre.

Buenos Aires, 13 de enero de 2015

Última atualização em Qua, 20 de Maio de 2015 03:00